La leyenda de Pirene

Investigando respecto al origen del nombre “Pirineos” me he encontrado con varias leyendas que giran en torno a Pirene, una ninfa ibérica. La narración siguiente es, en mi opinión, la que mejor lo describe:
En aquel tiempo en el que las brumas del olvido cubren cualquier atisbo de luz, en la vieja península ibérica floreció un lejano reino, Tartessos, cuyas fronteras besaban sin pudor las costas de Africa. El reino de los dioses, al Oeste del mundo, abría entonces un balcón por el que contemplaban las ricas historias que sucedían en aquellas tierras. Una de ellas alcanzó tal fama que sus ecos llegan aún hasta hoy, y a la par, constituye la herencia más antigua de la mitología hispánica. Es la historia de Gerión, también llamado Gritón, el héroe de las tres cabezas.
Su abuela fue la gorgona Medusa, hija del Mar. Cuando Perseo le cortó la cabeza, de la sangre de Medusa nacieron Pegaso y Crisaor, que fue su padre. Gerión reunía en su persona la excelencia de la Trinidad: tres cabezas, tres mentes capaces de alcanzar las cotas más altas de la sabiduría. Bajo la tríada de las testuces, tres poderosos torsos armados cada uno con dos brazos como troncos de árbol lo hicieron invencible en la batalla. Además de su monstruosa figura, Gerión tenía también alas, pues los dioses habían pensado que tres cuerpos eran demasiado lastre para sólo dos piernas, y lo habían concebido alado cual ángel.
Apenas necesitaba otras fuerzas de infantería o caballería para vencer a sus enemigos. Desde el cielo, una sombra amenazante descendía de repente, arrasando a las hordas que huían despavoridas sólo con verlo. Era realmente temible: uno de los cuerpos portaba un arco y lanzaba dardos a tanta velocidad desde las alturas que antes de comenzar la lucha cuerpo a cuerpo ya había ensartado a un buen número de asombrados guerreros, que no esperaban tal tormenta de flechas.
Después, sin necesidad de posarse en el suelo, aprovechando la acometida del descenso como un halcón cazador, con otro de sus cuerpos, Gerión blandía una larguísima lanza, y era capaz de atravesar no uno, sino varios pechos enemigos. Pero cuando realmente aparecía asombroso su poder era en el combate con espada, pues eran seis afiladas hojas las que blandía al tiempo, tres espadas y tres dagas que sajaban a los oponentes sin que supieran por dónde caían los mandobles.
Muchos asesinos trataron de acabar con su vida a traición, pero nunca pudieron cogerlo desprevenido, siempre tenía una de sus cabezas despierta y alerta, mientras otra dormía y una tercera estudiaba. Por ello no es de extrañar que se convirtiera en uno de los reyes más poderosos de la tierra conocida. Su reino estuvo formado por las tres islas del delta del río Guadalquivir, y ocupaba la actual ciudad de Cádiz, en España. En él floreció la riqueza: abundaban el oro, las viñas y los olivos.
Su fama se extendió por el Mediterráneo y llegó hasta la Hélade, y uno de sus héroes, Heraklés, o Hércules, recibió la misión de robarle una de sus posesiones más valiosas: un rebaño de rojas vacas y bueyes maravillosos. Al cargo de la manada, Gerión había colocado a dos seres de confianza, un pastor y la perra llamada Aurora, que, como él, había nacido con tres cabezas, y, lógicamente, con las consiguientes fauces llenas de temibles caninos.

No se amedrentó Heraklés ante ellos, y combatió con fiereza, y los venció. Pero Gerión tuvo conocimiento de ello. Ciego por el ansia de venganza, se elevó por encima de las nubes, tratando de atisbar a Heraklés en su huida por la costa mediterránea. El griego se había ocultado bajo una encina, y la carrasca le dio cobijo, permitiéndole cargar en su temible arco una flecha envenenada con la sangre de la Hidra. Apuntó cuando la sombra de Gerión sobrevoló por encima de la copa del árbol bajo el que se ocultaba, y disparó con certera puntería.

El venablo entró hiriendo el costado izquierdo de uno de los torsos de Gerión, pero no se detuvo allí, y la punta envenenada fue perforando tejidos, ascendiendo por el segundo torso, atravesando su corazón, alcanzando el tercer cuerpo y saliendo por fin por el hombro derecho. Los rostros de Gerión se miraron entre sí, incrédulos, antes de precipitarse sus cuerpos como un torbellino de aves heridas, sobre una de las islas de su reino, y las tierras se tornaron rojas, y en ese lugar creció un drago que aún hoy se yergue en la ciudad de Cádiz. Pero del destino oscuro traído por Heraklés no terminó aquí, y el mal hado siguió sembrando desgracias por la antigua tierra de celtas e iberos.

La Tragedia de Pyrene

Heraklés continuó su camino, bordeando la costa hasta llegar a lo que hoy conocemos como los montes Pirineos, pero en aquél tiempo aún no existían. Borracho por la alegría del triunfo sobre Gerión, Heraklés aceptó la hospitalidad de un señor de aquellas tierras, llamado Bébrix. Bebió el potente licor de uvas que aquellas gentes destilaban, tradición que aún continúan en nuestros días, y el vino llenó su corazón de deseo, y cubrió su mente con las gasas de la alegría, y Heraklés no pudo evitar los accesos del amor hacia Pirene, una ninfa hija de Bébrix y una diosa de las aguas.

Se amaron en la noche tibia, bajo las constelaciones de plata aún innombradas en aquellos tiempos, pero cuando el sol irrumpió hilando el azul del mar con el del cielo, Heraklés olvidó sus palabras de enamorado, y siguió su camino, y Pirene lloró en silencio, y las uñas del engaño le desgarraron el corazón.
Cuentan las viejas leyendas que de aquella unión impetuosa nació tras sólo un día de gestación un terrible engendro de la naturaleza, una serpiente gigantesca que la propia Pirene convirtió en piedra antes de suicidarse, y la serpiente fue la cordillera que hoy llamamos Pirineos.
Pero otros ancianos sabios contaron otra historia. Dijeron que Pirene no pudo soportar el desplante de Heraklés, y se mató, incinerándose en vida, al igual que antes se había incendiado su corazón, y la columna de humo llegó hasta el cielo, ensombreciendo los pasos del héroe.
Cuando éste la vio, comprendió su error, y regresó sobre sus pasos, pero no llegó a tiempo de ser perdonado, y con aquellas enormes manos tantas veces manchadas de sangre, Heraklés levantó temblando de amor el cuerpo sin vida de Pirene, y lo depositó en el mismo lugar en el que habían sido amantes, y sobre ella arrojó una tras otra, enormes rocas, para construir un mausoleo que nunca pudiera ser olvidado, y construyó una cordillera de montañas inaccesibles, y las llamó Pirineos, en recuerdo de la bella ninfa ibérica que murió, orgullosa, por culpa del despecho de un héroe heleno.


 Otra versión

Hace miles de años, las tierras que hoy ocupan los Valles Pirenaicos sobre los que esquiamos, vamos de excursión y hacemos turismo rural, estaban bajo el dominio de Tubal. En esos oscuros tiempos en los que los dioses del Olimpo reinaban sobre la faz de la tierra y los seres humanos no eran más que simples marionetas con los que las deidades se divertían, Tubal reinaba sobre estas tierras que hoy habitamos, y tenía una bella hija llamada Pyrene.
Cuentan las crónicas que Pyrene era tan sumamente hermosa, que fueron muchos los que enfermaron de amor al verla mientras ella paseaba por los bosques. Pero por muchos hombres que fueran detrás de ella, el corazón de Pyrene estaba reservado para Hércules, el famoso héroe griego con el que la joven princesa se veía a escondidas en los bosques.
Pero a pesar de verse a escondidas, el amor de la pareja fue descubierto por Tubal. Encolerizado por los amantes, el padre de Pyrene desterró a Hércules, mientras que Pyrene, abandonada por la tristeza, seguía vagando por los bosques con la esperanza de que su amado Hércules regresaría hasta allí para buscarla y huir juntos.
Un buen día, mientras Pyrene paseaba por los bosques esperando a Hércules, se encontró con Gerión, un horrible ser de tres cabezas que quería poseer a la joven princesa. Por fortuna, Pyrene pudo escapar, pero Gerión, deseoso de hacer suya a la joven, incendió el bosque para que no pudiera esconderse.


Entonces, cuenta la leyenda que un águila que fue testigo de todo, avisó a Hércules, que acudió veloz hasta el lugar para rescatar a su amada, aunque cuando llegó, Pyrene estaba a punto de exhalar su último suspiro. Tomando a su bella amada entre sus brazos, Hércules le declaró su amor eterno, momentos antes de que Pyrene falleciese.
Roto por el dolor, Hércules enterró a su amor, colocando enormes piedras sobre el cuerpo de Pyrene.
El héroe trabajó con tanta pasión, que Hércules llegó a erigir montañas enormes de piedra para ocultar el cuerpo de ya bella princesa.
Y así, según cuentas las leyendas, nació el Pirineo. Del amor de Hércules y de la bella Pyrene, dando origen a la cordillera más bella e impresionante de la Península Ibérica, a imagen de la hermosura de la joven princesa.


ACTIVIDADES

1) Busca información sobre el legendario reino de los Tartessos y recógela en tu cuaderno. (Investiga y desarrolla)

2) Según las descripción del texto elabora un dibujo  de Gerión.

3) ¿ Que significa la raíz griega " piro" busca cinco palabras que tengan esta raíz y cual es su significado.

4) Busca información sobre el origen mitológico ( origen griego) de algún lugar de tu comunidad autónoma y recógela en tu cuaderno. (Investiga y desarrolla)

5) Inventa una historia donde atribuyas a Hércules el origen de tu ciudad. (20 líneas mínimo)

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